29 junio 2011

ENTREVISTA: Liselotte Kochendörfer, profesora de alemán en la Esuela Oficial de Idiomas de Murcia.

“No está muy claro qué está bien y mal, hay mucho ‘gris’, y eso no siempre es positivo”

Por el cristal superior de la puerta se escapa una voz grave y dulce que a veces habla en alemán y a veces en español. Si uno se asoma, puede ver un cabello blanco y corto, peinado con un estilo moderno y favorecedor, que se mueve de un lado a otro de la clase. Pero el pelo no está solo. Tiene una dueña inquieta y enérgica, que lee los periódicos con avidez para  enterarse de lo que se cuece en política, en economía y en cultura.

A los veintidós años, Liselotte Köchendorfer abandonó su Alemania natal para hacer un curso de español en Madrid. No aprendió nada, pero conoció a José María - un murciano con el que ya ha compartido más de la mitad de su vida-, y decidió quedarse en España.

Hoy es profesora de alemán en la Escuela Oficial de Idiomas de Murcia. Cuarenta y cinco años en España y una amplia experiencia como profesora, la avalan para hablar de educación, política e idiomas.     

Liselotte – o Lilo, como cariñosamente la llaman sus conocidos -, ha pasado la mayor parte de su vida en España, pero lleva la puntualidad germana en la sangre.

Al entrar al aula, la pizarra está llena de anotaciones. Los alumnos, a quienes la profesora hace decir la hora en alemán con la precisión de un reloj suizo, la saludan con un “Guten Morgen” y se dirigen tranquilamente a su sitio. Sólo son las nueve y diez de la mañana, pero Lilo ya ha explicado varias páginas de la lección.

Liselotte imparte sus lecciones con una mezcla entre tradición y modernidad. Los dictados siguen estando presentes, pero al mismo tiempo sus alumnos reciben clase de los “lectores”, profesores recién licenciados que vienen de sus países para dar clases culturales y de conversación. “Los métodos de enseñanza han cambiado muchísimo”, afirma Lilo. “Cuando empecé a dar clase, sólo me apoyaba en un libro de gramática, y yo tenía que hacer los ejercicios adicionales y los role-plays (diálogos) para que los alumnos hablasen entre ellos”, explica.

Ahora los profesores disponen de libros de texto, audio y vídeos. En la era de las nuevas tecnologías, la mayoría de los profesores de la E.O.I. utilizan la “Plataforma moodle”, una herramienta a través de Internet en la que el profesor puede colgar los materiales para el aprendizaje. Pero Liselotte se resiste: “Me parece estupendo, pero a mis años soy incapaz de acostumbrarme a eso”, admite. “El ordenador no es amigo mío, y me da cosa pedir a cualquier alumno que me ayude a instalarlo”, confiesa.

En realidad, no le hace falta Internet para llevar sus clases más allá del libro: cuenta anécdotas, propone otros ejercicios, deja que los alumnos practiquen en alemán, pone comprensiones orales, se sienta, se levanta, a veces pierde la paciencia y se irrita pero un segundo después vuelve a ser tan dulce como siempre. Es una mujer despierta y “viva” que siempre está al día de los cambios ortográficos que va sufriendo su idioma materno y de los giros y expresiones que actualmente utilizan los jóvenes alemanes.

La cultura y los valores de la juventud es algo que le preocupa, porque “hoy en día no está muy claro qué está bien y qué está mal”, apunta. “Hay mucho `gris´, no sólo blanco y negro, y ese gris no siempre es positivo”, aclara. Y aunque cree que la gente joven está llena de inquietudes, no sabe muy bien hacia dónde se dirigen los chavales de hoy en día. “Es que, cuando no hay ideales, es muy difícil. Como yo soy creyente, pienso que la religión ayuda, pero si no crees en nada, es complicado”, concluye.

Precisamente cuando todo va mal, se apoya “en el de arriba”, dice. “Por muchos golpes que me haya dado la vida, soy muy afortunada. A mi hija, por ejemplo, la tuve. Otra gente no ha tenido una hija tan maravillosa como la que tuve yo”, afirma.

Su hija falleció hace años en un accidente. Pero Lilo no teme a la muerte. Le asusta más tener una enfermedad larga, porque cree que “por mucho que te quiera tu familia, como seres humanos que son, se pueden cansar, no de ti, sino del trabajo que hay que hacer”, confiesa. 

“El ordenador no es amigo mío, y me da cosa pedir a cualquier alumno que me ayude a instalarlo”, confiesa.

La enseñanza de lenguas extranjeras nunca ha sido el punto fuerte de España. Sin embargo, la reciente oferta laboral que las empresas alemanas han lanzado al mercado español de trabajo, ha puesto esta lengua de moda. Lilo tiene claro que el año que viene la demanda de alemán en las escuelas “va a subir como la espuma”. A pesar de eso, parece que no corren buenos tiempos para la enseñanza: “La educación no está valorada,” se queja. “Además, los padres piensan que los profesores tienen que hacerlo todo, y eso no es así. Hay que educar en casa y formar en la escuela,” afirma.

En este último trimestre, los profesores murcianos han sufrido una disminución del sueldo debido a la crisis. Pero Lilo no cree que los recortes salariales que ha impuesto el Gobierno regional incidan sobre la educación, porque “si te gusta tu trabajo, aunque te paguen menos y tengas menos material, harás todo lo posible para que las clases te salgan bien,” señala.

“Los padres piensan que los profesores tienen toda la responsabilidad, pero no es así. Hay que educar en casa y formar en la escuela.”

Al margen de la rebaja salarial, Lilo afirma que Valcárcel ha luchado por Murcia, y cree que ha tenido que tomar estas medidas porque no ha recibido dinero de Madrid. “No ha sido perfecto, pero a mí no me importaría que se quedase otra legislatura”, asegura. Políticamente, Lilo intenta ser objetiva: “Aunque la mayoría de la gente diga que no, yo creo que Aznar fue un buen político. Al final de la segunda legislatura, a lo mejor se le subió el poder a la cabeza. Pero yo pienso que algo le habrían prometido, a lo mejor luchar contra ETA, porque Aznar tonto no era”, señala.

A Liselotte le gusta hablar de política, y tiene claro las cualidades que ha de tener un buen dirigente: “Primero, ha de ser honrado y honesto, no tener la política como un negocio, sino como un servicio a tu país. Fraga era así”, comenta. Y lo dice porque conoció a Fraga en un mitin. “Y otra cosa muy importante”,  añade - “un político tiene que haber trabajado antes”. Por ejemplo, Zapatero “terminó la carrera y ya fue concejal en el PSOE. No sabe lo que es trabajar en una empresa, así que no puede conocer exactamente los problemas que tienen los trabajadores,” se queja Lilo.

“Al final de la segunda legislatura a Aznar se le subió el poder a la cabeza, pero creo ha sido un buen político”

A pesar de los problemas, se siente a gusto en España, pero cree que “no tenemos una democracia. Tenemos casi dictadura de Zapatero,” afirma. Tras expirar el humo del cigarrillo, recalca: “He dicho casi.”

Y es que, como cualquier otro español, Lilo ya no puede fumar en la Escuela, ni siquiera en el recinto exterior, al aire libre. “Por un lado, pienso que debería dejar el tabaco aunque por otro, creo que no es justo que no se pueda fumar en el patio, porque casi todos los alumnos son adultos”, se queja.

Cada mañana, Lilo llega a las 8:30 y antes de entrar a clase, se sienta en la cafetería de enfrente -el Legazpi-, se fuma y cigarrillo y se toma un café. “Eso me hace sentirme una señora”, asegura. “Y luego”, continúa, “cuando estoy nerviosa, me ayuda un poco”. Pero sólo fuma en la calle. En su casa no fuma nadie, excepto sus dos hijos cuando le hacen una visita.

Sus hijos no hablan alemán. “¿Sabes qué pasa?”, afirma, “mis padres no estaban de acuerdo con que me casase con José María. Yo me sentí rechazada, y creo que se lo transmití a mis hijos”, cuenta. “Además”,  continúa, “cuando en el colegio hablaba con ellos en alemán, los niños nos llamaban nazis.” Por eso, los hijos no aprendieron el idioma.

El padre de Lilo “no era nazi, pero estuvo en el Partido Nacionalsocialista, como todos los alemanes”, dice Lilo. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Lilo no había nacido, pero a su generación le inculcaron un complejo de culpabilidad. “La primera vez que conocí a una chica judía, Miriam, pensé que me partiría la cara, hasta ese punto. Y luego la historia la estudiamos hasta la República de Weimar, lo otro era kaputt y eso es horrible, porque para orientarte hacia el futuro tienes que conocer y aceptar tu pasado”, relata.

De su pasado histórico, recuerda especialmente la madrugada del 10 de noviembre de 1989, cuando cayó el muro de Berlín. “Estaba en casa, y vinieron los vecinos con champán para brindar”, cuenta. Pero “por mucha ilusión que me hiciera, creo que la reunificación se hizo demasiado pronto. Kohl quería entrar en la historia como el canciller que lo había conseguido, pero creo que no estábamos preparados, ni los de un lado ni los del otro. Se pensaba sólo en lo bonito y no en los inconvenientes”, asegura.

“Helmut Kohl quiso entrar en la historia como el canciller que consiguió la reunificación, pero creo que no estábamos preparados.”

Aún se perciben las diferencias entre la Alemania oriental y la occidental. Lilo, que nació en la occidental, lo nota claramente: “En la parte comunista hay más delincuencia y mucho menos trabajo que en el resto de Alemania”, explica.

Lo que niega rotundamente, es que vaya a volver a Alemania cuando se jubile: “Mi marido no podría vivir allí, además, mi vida está en España.” Pero tiene otros planes.

Quiere volver a la Universidad para estudiar historia, dedicarse mucho a sus hijos, y organizar tertulias de lectura con sus amigas. Sólo le queda un sueño por cumplir: “Yo creo que tenía talento para escribir, pero me he quedado siempre en medio. Empecé a escribir un libro sobre Liselotte von der Pfalz, una princesa de Heidelberg, y sobre mí. Era un proyecto bastante ambicioso, pero no he pasado de unas 50 páginas. Ese era el sueño, pero ya no voy a terminar el libro. ¡Tengo 67 años!”